El despertar ecológico de la Iglesia africana

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Red Eclesial de la Cuenca del Congo

La Red Eclesial de la Cuenca del Congo (REBAC, por sus siglas en francés) pretende ser una respuesta a los desafíos pastorales y socioambientales que viven las poblaciones de esta región del corazón de África. Esta estructura eclesial, siguiendo las indicaciones de la encíclica Laudato si’, apuesta por una pedagogía de conversión ecológica.

Los orígenes de la REBAC se remontan a marzo de 2015 en Windhoek (Namibia), durante el encuentro continental de las comi­siones de Justicia y Paz de África y Madagascar. El cardenal Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinsha­sa, abogó en su intervención por la urgencia para la Iglesia africana de dotarse de una estructura que tra­bajase por la defensa ecológica, si­guiendo el ejemplo de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM). En mayo de ese año, la publicación por el Papa Francisco de la encíclica Laudato si’ aceleró la creación de la REBAC.

Las primeras reuniones tuvieron lugar en la capital congoleña. El de­bate entre los obispos concluyó con la creación de un organismo cuya acción quedaba limitada, para una mayor eficacia, a las 93 diócesis de seis países, aquellos que albergan la mayor parte de las selvas tropicales de la cuenca del Congo: Gabón, Gui­nea Ecuatorial, República de Congo, República Democrática de Congo, Camerún y República Centroafri­cana. La que fue bautizada como Red Eclesial de la Cuenca del Con­go (REBAC, por sus siglas en fran­cés) forma parte del sector Justicia y Paz de la SCEAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de Áfri­ca y Madagascar) y está coordinada por el jesuita congoleño P. Rigobert Minani.

En 2017, con el objetivo de inter­cambiar experiencias, una delega­ción de obispos africanos visitaron a sus homólogos latinoamericanos de la REPAM. Allí constataron cómo los problemas que afronta la Amazo­nia son semejantes a los de la cuenca del Congo: empresas mineras y ma­dereras que expulsan a las poblacio­nes, polución del agua, incendios, deforestación, erosiones, pérdida de la biodiversidad… Los obispos afri­canos se lamentaban del gran interés y la solidaridad internacional que suscita la Amazonia, mientras que la cuenca del Congo, segundo pulmón del planeta, pasa desapercibido para el gran público. Sin embargo no era tiempo para quejarse sino para po­nerse a trabajar y hacerse oír.

En la inauguración del Año de la Misericordia se proyectaron en San Pedro imágenes inspiradas en Laudato si’. Fotografía: GIUSEPPE CICCIA/GETTY

Presencia en el Sínodo

La ocasión se presentó cuando el Pa­pa Francisco convocó el Sínodo para la Amazonia, que tuvo lugar en Roma del 6 al 27 de octubre de 2019. Los trabajos de organización y sensibili­zación que la REBAC estaba llevan­do a cabo en las diócesis africanas se ralentizaron para concentrase en un trabajo técnico de preparación de este evento eclesial. El objetivo prin­cipal era aprovechar el escaparate del Sínodo para mostrar al mundo el rol fundamental en la lucha contra el cambio climático que juega la cuen­ca del Congo que, con sus cerca de 4 millones de km2, concentra el 6 % de todos los bosques del planeta.

Se hizo un estudio cartográfico de los desafíos pastorales y socioam­bientales en la región que se publicó en septiembre 2019. El P. Minani y los dos obispos africanos presentes en el Sínodo, Marcel Madila, arzobis­po de Kananga (RDC), y el cardenal Fridolin Ambongo, partieron de este documento para hacer oír la voz de África en el Sínodo. Pero la presen­cia de la REBAC no se limitó al aula conciliar. Una delegación encabezada por otros cuatro obispos y diferentes expertos en pastoral y ecología man­tuvieron numerosos contactos con la prensa y divulgaron documen­tos y folletos sobre la realidad de la cuenca del Congo. El P. Minani, en declaraciones a MUNDO NEGRO, reconoce incluso que «el trabajo de sensibilización de la opinión públi­ca realizado en el exterior fue más eficaz que la presencia en el interior del Sínodo». Y añade: «Hemos que­rido advertir al mundo que mientras que todos se concentran en la Ama­zonia, hay intereses internacionales sin escrúpulos que están explotando África y que causan graves proble­mas medioambientales».

El P. Minani (izqda.) con el Papa y los dos únicos obispos africanos que participaron en el Sínodo de la Amazonia. Fotografía: ARCHIVO PERSONAL P. MINANI

Mucho por hacer

En la actualidad, la REBAC ha reto­mado el trabajo de sensibilización en las diócesis. Se han movilizado fondos para desarrollar una pasto­ral de promoción de la ecología in­tegral que, como señala el Papa en Laudato si’, incorpora las dimen­siones humanas y sociales en toda preocupación medioambiental. El ideal para la REBAC sería que cada diócesis dispusiera de la estructu­ra y la formación suficientes para elaborar una respuesta eclesial a las cuestiones medioambientales que les afecten, como los abusos de las empresas mineras o la deforestación. «La Iglesia debe ser capaz de sentar­se con otros e identificar las causas y los responsables de los problemas ecológicos, también de ofrecer solu­ciones y sensibilizar a la población local en una utilización responsable de los recursos naturales. Desde la coordinación de la REBAC –prosi­gue el P. Minani– nos haremos eco para que su voz llegue más lejos».

Pero queda mucho por hacer. Uno de los problemas es la escasa implica­ción de las congregaciones religiosas en la REBAC. Nacida por iniciativa de la Iglesia local africana, esta estruc­tura necesita también la participación de las congregaciones que, por su implantación internacional, ayudaría a hacer oír la voz de África fuera del continente. Pero, tal vez, la máxima dificultad que encuentra la red sea la escasa conciencia ecológica de las poblaciones africanas, que dificulta la defensa de los ecosistemas. El P. Mi­nani lamenta constatar la debilidad de África, donde «matan elefantes, queman y talan los bosques, muchas especies animales están en peligro de extinción y nadie se queja. Tenemos una población que sufre cada día las consecuencias del cambio climático y no sabe el porqué, ni siquiera que en parte es consecuencia de la actividad humana y que, por lo tanto, se puede actuar de otra manera». En ocasiones, la propia supervivencia de la pobla­cióndepende de prácticas que des­truyen los ecosistemas. Por ejemplo, los alrededores de las grandes ciuda­des africanas se están convirtiendo en desiertos porque la población, ante la falta de electricidad, necesita cortar los árboles para cocinar. En otros lu­gares, la quema de la selva para prepa­rar los terrenos de cultivo se practica de manera regular con total incons­ciencia sobre los efectos perniciosos que tiene para los ecosistemas. Desde la REBAC, comenta Minani, «vemos que hace falta un enorme trabajo de concienciación y ofrecer alternativas. Estamos elaborando programas sen­cillos y realistas que mantengan una relación dinámica entre la ecología y la vida de la gente».

Sinergias

Para llevar a cabo su trabajo, la REBAC busca entidades socias en cada dióce­sis. La colaboración con los políticos es muy difícil porque, como dice su coordinador, «parecen más interesa­dos en cortar los árboles y obtener di­nero que en proteger las poblaciones y los ecosistemas. A ellos nos acerca­mos muy tímidamente». Sin embargo existen otras organizaciones eclesia­les y no eclesiales que denuncian los atentados medioambientales o que están en condiciones de hacerlo, «con ellos sí que estamos construyendo sinergias y aunando esfuerzos», con­cluye el P. Rigobert. Una de estas or­ganizaciones es Cáritas, que lidera un programa de acompañamiento a los pueblos pigmeos en varios de los paí­ses donde actúa la REBAC. Aunque en la cuenca del Congo existen más de 30 grupos de pigmeos que viven situaciones muy diversas, desde la integración social a la marginación, lo cierto es que estas comunidades forman parte de las poblaciones más vulnerables a las alteraciones de la selva, su hábitat natural.

El programa que se ha marcado la REBAC para los próximos tres años pasa por su consolidación en los seis países donde opera para dar respues­tas concretas a la crisis medioam­biental que ya hace resentirse con fuerza el continente verde.